EL ANTISEMITISMO COMO BANDERA POLÍTICA DE LA IZQUIERDA

La izquierda encontró en el antisemitismo una bandera política. Ya no lo esconde: lo enarbola con orgullo, disfrazado de “antisionismo”, “antimperialismo” o “defensa de los pueblos oprimidos”. En el fondo, es lo mismo de siempre: odio al judío, odio a Israel, odio a la verdad.

Ese antisemitismo es el hilo conductor entre Gaza y las universidades occidentales, entre Hamás y los progresistas que hoy blanquean su barbarie. Los primeros fabrican túneles, escudos humanos y atentados. Los segundos fabrican relatos, titulares y marchas. Unos matan con bombas, otros con palabras. Pero ambos comparten un objetivo: estigmatizar, demonizar y finalmente destruir al Estado judío.

No es casualidad que la maquinaria de propaganda palestina invierta fortunas en sembrar odio desde la infancia. En Gaza, los chicos crecen aprendiendo canciones que glorifican mártires y manuales escolares que presentan a los judíos como enemigos a exterminar. Lo mismo empieza a replicarse en Occidente bajo otras formas.

El caso del docente de izquierda Federico Roy lo expone con crudeza: un maestro de primaria que convierte un espacio educativo en un espacio de adoctrinamiento, donde niños argentinos son empapados con el mismo odio y la misma mentira. Así como Hamás necesita moldear mentes débiles para fabricar futuros fanáticos, la izquierda local busca inocular antisemitismo en los más pequeños bajo el ropaje de la “solidaridad con Palestina”.

La izquierda radical, que en Occidente se presenta como campeona de los derechos humanos, jamás denuncia que Hamás oprime mujeres, persigue homosexuales y fusila disidentes. Porque no se trata de derechos: se trata de mantener viva una narrativa donde Israel es siempre el verdugo y los terroristas siempre las víctimas. Un relato útil para la causa, aunque sea falso de principio a fin.

Hoy, el antisemitismo es su pegamento ideológico, la excusa que les permite blanquear alianzas con regímenes criminales y justificar lo injustificable. Es el idioma común de piqueteros, académicos y burócratas internacionales que, en nombre del progresismo, terminan repitiendo los mismos eslóganes de Hamás y la Hermandad Musulmana.

Mientras tanto, Israel sigue enfrentando no solo ataques militares, sino una guerra de desinformación que busca aislarlo y deslegitimarlo. Y en esa guerra, la izquierda ha decidido ser el ejército de propaganda del terrorismo.

La conclusión es clara: cada vez que la izquierda iza la bandera palestina, en realidad está izando la bandera del antisemitismo. Y cada vez que lo hace, se convierte no en defensora de los derechos humanos, sino en cómplice de la barbarie.

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