El genocidio que no fue: cuando mentir sobre Gaza es antisemitismo

Desde hace años, una parte del mundo insiste en repetir una mentira: la existencia de un “genocidio” en Gaza. No hay tal cosa. No hay exterminio sistemático, no hay campos de concentración, no hay intención de aniquilar a un pueblo. Hay una guerra trágica, iniciada por un grupo terrorista que atacó, secuestró y masacró civiles israelíes. Confundir una guerra defensiva con un genocidio no es un error: es una forma de antisemitismo.

Mentir sobre un genocidio que no existe no busca defender a los palestinos, sino criminalizar a los judíos. Es el mismo mecanismo de siempre: convertir a la víctima en victimario. Lo hicieron en la Edad Media con el mito del “asesinato ritual”, lo hicieron en el siglo XX con la conspiración del “poder judío”, y lo hacen hoy con la narrativa del “genocidio israelí”.

El antisemita pretende decidir qué es antisemitismo y qué no. El mismo que justifica ataques, secuestros y asesinatos de judíos, inventa un “genocidio” en Gaza y se erige en juez moral para dictar qué expresiones “sí” o “no” son odio antijudío.

No hay neutralidad posible frente a esto. Cuando una mentira tan grande se instala, no se trata de un debate político, sino de una campaña de odio. Quien acusa falsamente de genocidio a un pueblo que fue víctima del genocidio más documentado de la historia, está repitiendo el mismo patrón de demonización que hace siglos persigue a los judíos.

Hacer pintadas en una escuela judía ya es, por sí mismo, un acto de antisemitismo. Pero hacerlo repitiendo la mentira de un “genocidio” que nunca existió es un doble acto de odio: contra la verdad y contra un pueblo. Porque no se trata de una consigna política, sino de una forma de hostigamiento que busca intimidar, culpar y señalar a los judíos por el solo hecho de serlo.

Decir la verdad no es propaganda: es defensa. Defender la verdad es también defender la memoria de los que sí fueron víctimas reales de un genocidio. Y permitir que esa palabra se use con liviandad, contra Israel, precisamente, es profanar esa memoria.

No hay genocidio en Gaza. Hay una guerra impuesta por terroristas y un Estado que, con dolor, se defiende. Repetir la mentira del “genocidio israelí” no es activismo por la paz: es antisemitismo.

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