El 7 de octubre fue un intento de genocidio contra el pueblo judío.
Tras esa masacre, los judeófobos del mundo intentaron, de forma falaz y perversa, invertir los roles: transformar a la víctima en genocida.
Desde entonces, Israel debió librar una guerra por su propia subsistencia en múltiples frentes, y logró prevalecer en todos ellos.
Sin embargo, el octavo frente, el de la desinformación, sigue abierto. Es una batalla diaria, persistente, contra el antisemitismo y la manipulación informativa.
En los momentos de aparente calma es cuando los antisemitas vuelven a desplegar sus tentáculos, adoctrinando mentes frágiles y distorsionando la verdad. Por eso, debemos profesionalizar este frente de combate: la lucha contra la desinformación recién empieza.
En los próximos días comenzarán a quedar expuestas muchas de las mentiras difundidas por la propaganda pro terrorismo palestino y repetidas, con irresponsable complicidad, por millones: el supuesto “genocidio”, las cifras inventadas, la “hambruna”, la “usurpación de tierras” y tantas otras falacias caerán por su propio peso.
La tarea ahora es equilibrar una balanza profundamente desigual, en la que la desinformación alimenta el antisemitismo y perpetúa el odio. Esa es una responsabilidad colectiva, y no admite descanso.
