El silencio también comunica. Y cuando proviene de quienes alguna vez se presentaron como “defensores de los derechos humanos”, su mensaje es aún más elocuente. La liberación de los secuestrados israelíes tras 738 días en cautiverio en manos de terroristas palestinos debería haber sido un motivo universal de alivio y empatía. Sin embargo, el peronismo y el kirchnerismo eligieron callar. No hubo palabras, no hubo gestos, no hubo humanidad.
Ese silencio no es casual. Es ideológico. Es el reflejo de una matriz política que hace años se acostumbró a relativizar el terrorismo, a disfrazar el odio de causa popular y a mirar hacia otro lado cuando las víctimas no encajan en su relato.
Mientras el mundo celebra el regreso de personas que pasaron más de dos años en túneles, en la oscuridad, separadas de sus familias, los autoproclamados portadores de la bandera de los derechos humanos prefieren mirar el piso. La misma dirigencia que todavía se emociona con consignas de los ’70 se muestra indiferente ante un crimen que repite las lógicas más oscuras de aquellas dictaduras que dicen repudiar.
El kirchnerismo no se quedó sin palabras: eligió el silencio como posición política. Porque pronunciarse contra el terrorismo de Hamás sería admitir que durante años se alinearon con regímenes autoritarios, que justificaron a dictaduras asesinas y que, en nombre del “antiimperialismo”, avalaron atrocidades.
En la política, el silencio no es neutral. Es una declaración de principios. Y en este caso, la declaración es clara: apoyo tácito al terrorismo, complicidad con la barbarie, renuncia definitiva a los valores que dicen defender.
El problema no es solo lo que callan, sino lo que su silencio revela: una ética selectiva, un humanismo condicionado, una empatía que solo se activa cuando la víctima encaja en su manual ideológico.
El peronismo y el kirchnerismo tuvieron la oportunidad de estar del lado de las víctimas. Eligieron, una vez más, estar del lado de los victimarios.
Y es ahí donde el silencio deja de ser ausencia y se transforma en mensaje. Porque cuando una fuerza política decide callar frente al terror, en realidad está hablando: está diciendo que su lealtad no es con las víctimas ni con los derechos humanos, sino con una causa que justifica cualquier atrocidad si conviene al relato. Ese es el verdadero rostro del peronismo actual: uno que ya ni siquiera necesita mentir para mostrar de qué lado está.
