Kirchnerismo, el reflejo de la narcodictadura de Maduro

El kirchnerismo no mira hacia el futuro: se mira en el espejo de sus propios fracasos. Y cuando lo hace, el reflejo que devuelve es el de Nicolás Maduro.
No se trata solo de afinidades ideológicas ni de viejas lealtades bolivarianas. Es algo más profundo: una identificación estructural. Lo que el régimen venezolano hizo con el poder, acorralar a la justicia, domesticar a los medios, convertir la pobreza en herramienta política, es exactamente lo que el kirchnerismo siempre quiso hacer en la Argentina, y en buena medida, logró.

Por eso lo defienden. Porque se ven ahí.
En el discurso de “soberanía” que esconde autoritarismo. En la retórica de “justicia social” que encubre privilegios. En la palabra “pueblo” convertida en excusa para eternizarse en el poder.

Mientras el mundo entero denuncia las atrocidades del régimen chavista, los referentes kirchneristas eligen la complicidad. Hablan de “bloqueo” cuando deberían hablar de torturas. Hablan de “soberanía” cuando deberían hablar de narcotráfico. Y hablan de “pueblos hermanos” cuando deberían hablar de millones de exiliados que escaparon de la miseria que ellos celebran como resistencia.

No hay inocencia posible. Quien apoya a una narcodictadura no lo hace por convicción democrática, sino por afinidad política y moral. Porque comparte el modelo: concentración de poder, manipulación del relato y uso del Estado como escudo de impunidad.

El kirchnerismo, igual que el chavismo, vive de enemigos imaginarios. Necesita al “otro” para justificar su propio fracaso. En Venezuela fue “el imperialismo yanqui”; en la Argentina, “la derecha mediática”. Cambian los nombres, no el método.

Y como toda corriente que se vacía de ideas, el kirchnerismo ya no propone, imita.
Imita la lógica del control, el relato de la victimización y el desprecio por las instituciones. Pero sobre todo, imita la narrativa de poder absoluto que llevó a Venezuela a la ruina.

Mientras tanto, la Argentina mira. Y en ese espejo deformado que ofrece Caracas, ve lo que podría haber sido, y aún puede volver a ser, si el populismo vuelve a imponerse sobre la república.

Mientras la lucha del valiente pueblo venezolano recibe en Nobel de la Paz, el kirchnerismo idolatra al narco dictador Nicolás Maduro.

El kirchnerismo no defiende a Maduro por error: lo defiende por reflejo. Porque en ese espejo autoritario se reconoce. Y porque, en el fondo, la Argentina que sueña no es una democracia imperfecta, sino una Venezuela sin petróleo.

Se escribe “TAIANA”, se proniuncia “MADURO”, que no te tomen por boludo.

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