La flotilla del cinismo, la flotilla de Hamás

Cada tanto, como una mala serie que insiste en reciclarse, reaparece la “flotilla humanitaria” a Gaza. La misma puesta en escena de siempre: barcos con banderas de paz, activistas sonrientes, discursos sobre “derechos humanos” y cámaras listas para el show. No hay toneladas de medicinas ni cargamentos que puedan cambiar la vida de los gazatíes. Lo que llevan es relato. Relato cuidadosamente fabricado para victimizar a Hamás y poner a Israel en el banquillo mediático.

La novedad esta vez no está en los barcos, sino en el contexto. Esta flotilla pretende llegar a Israel en Iom Kipur, el día más sagrado del calendario judío. No es casualidad. Es provocación. Es la confirmación de que no buscan ayudar a nadie, sino humillar a un pueblo en su jornada de reflexión.

Lo más grave es lo que ya sabemos: las investigaciones recientes confirmaron que detrás de estas expediciones no hay ayuda humanitaria, sino financiamiento opaco y vínculos directos con la maquinaria terrorista de Hamás. La flotilla no navega hacia Gaza: navega hacia los titulares, hacia la propaganda, hacia la narrativa que Hamás necesita para tapar sus crímenes. Ese reality que montaron no solo es una farsa: se burla directamente del sufrimiento real de los gazatíes, usados como escudos por Hamás.

Mientras tanto, nefastos personajes como Ana Alcalde, más conocida como “Barbie Gaza”, niegan las violaciones, torturas y asesinatos cometidos por los terroristas palestinos el 7 de octubre. Y gobiernos como el de Pedro Sánchez se muestran solícitos ante estas farsas, incapaces de reconocer la dimensión del terrorismo de Hamás, pero veloces a la hora de acusar a Israel de crímenes inventados. La palabra “hipocresía” ya queda corta: es complicidad.

El doble estándar es obsceno. Nunca hay flotillas rumbo a Siria, donde el régimen masacró a su población. Nunca hacia Yemen, donde millones mueren de hambre. Nunca hacia Egipto, que mantiene su propio bloqueo sobre Gaza. Siempre hacia Israel. Porque allí está la cámara, la foto y el rédito político.

La flotilla es un arma envuelta en banderas blancas. Un reality flotante para lavar la cara del terrorismo. Una puesta en escena que le da oxígeno internacional a un grupo que convirtió a Gaza en un búnker de cohetes y túneles, mientras usaba a su propio pueblo como escudo humano.

En Iom Kipur, los judíos reflexionamos sobre la vida, sobre el perdón, sobre el sentido de lo sagrado. En simultáneo, un puñado de farsantes intentarán escupirnos en la cara, con el aval de gobiernos y ONG que eligen la mentira antes que la verdad.

La “flotilla humanitaria” nunca fue humanitaria. Fue, es y será una comparsa cínica al servicio del terror.

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