LA FORTALEZA DE ISRAEL: EL FIN DE LA IMPUNIDAD TERRORISTA

Durante siglos, asesinar judíos fue un acto que no encontraba consecuencia alguna. Desde la inquisición, los pogroms en Europa hasta las masacres árabes en Medio Oriente, la historia está marcada por la misma constante: la sangre judía era barata. El verdugo se sentía libre de actuar, convencido de que nadie lo detendría, de que la venganza jamás alcanzaría su puerta.

Esa época se terminó.

La operación “Cumbre de fuego”, con la que Israel eliminó a líderes de Hamás en Qatar, es una demostración irrefutable de ello. El mensaje es claro: el que levante la mano contra un judío, el que planifique, financie o ejecute el terrorismo contra Israel, sabrá que ni la distancia geográfica ni la protección diplomática lo salvarán. No hay refugio posible para los asesinos.

La fortaleza de Israel no se mide únicamente en su poder militar, en la precisión de sus operaciones o en la sofisticación de su inteligencia. Se mide, sobre todo, en la convicción histórica de que nunca más el pueblo judío caminará indefenso en un mundo hostil. Cada acción como esta reafirma que el “Nunca Más” no es un lema vacío, sino una política de Estado, un mandato existencial.

Mientras los enemigos de Israel intentan sostener un relato de victimización, la realidad es que el terrorismo tiene nombre, apellido y dirección. Y ahora, también tiene consecuencias. Quienes ayer creían que podían decidir la vida o la muerte de civiles inocentes, descubren que su propio destino puede cambiar en un instante, por decisión de un Estado que aprendió que la supervivencia no se negocia.

Se acabaron los días de la impunidad. Israel está de pie, más fuerte que nunca, y dispuesto a recordarle al mundo que la vida judía vale, que la memoria vale, y que la justicia, cuando se trata de defender la existencia de un pueblo, sabrá siempre abrirse camino.