En la vida, y en la política, especialmente, siempre hay multitudes dispuestas a aplaudir al que mejor las engañe. No importa cuán burda sea la mentira, cuán evidente el truco o cuán devastadoras las consecuencias: si el embuste viene bien envuelto, si ofrece consuelo, identidad o revancha, siempre encontrará un coro dispuesto a alabarlo.
Los demagogos lo saben. No necesitan tener razón, ni decir la verdad, ni mostrar resultados. Solo necesitan entender el deseo. Ese anhelo profundo, casi infantil, de ser redimido sin esfuerzo, de ser víctima sin responsabilidad, de culpar a otros sin mirar hacia adentro. Y entonces ofrecen lo que el público quiere oír: frases cortas, culpables claros, promesas imposibles. El auditorio aplaude, agradecido. Y el engañador, experto, cobra en fama e idolatría.
El problema no es solo el farsante. Es también la necesidad emocional del engañado. Porque el autoengaño colectivo tiene algo de anestesia. Sirve para calmar el dolor de la frustración, para evitar la crudeza de la realidad, para disfrazar la inacción con épica. Así es como se sostienen liderazgos vacíos, ideas insostenibles y proyectos que fracasan una y otra vez sin perder aplausos.
En una cultura que premia la puesta en escena más que la realidad, la seducción retórica más que la verdad incómoda, la honestidad suele ser castigada como torpeza. Y el que dice lo que nadie quiere escuchar queda solo, mientras el encantador de serpientes es ovacionado.
Por eso, muchas veces, los pueblos no solo son víctimas del engaño. Son también sus patrocinadores. Porque en el fondo, a veces, prefieren una mentira que los haga sentir bien antes que una verdad que los obligue a cambiar.
Y ahí está el verdadero drama: no en los que mienten, sino en los que eligen creerles.

Es exactamente asi. Gracias por saberlo expresar y describir tan bien.
Describes una realidad que creo que, a raiz del 7 de octubre, ha eclosionado peligrosamente a nivel internacional.
De todos modos, creo que (al menos en el caso del racismo hacia los judios) su dimension es mas aparente que real. Dominan los medios de comunicación y las performances y magnifican lo que les interesa, pero no me parece que logren su objetivo.
La gente en mi pais (soy catalán) cada dia está más preocupada por la actitud de los musulmanes que viven en nuestro pais y por extension con el mundo del islam.