El ser humano tiene una tendencia peligrosa: seguir al rebaño. No importa si lo que piensa la mayoría es falso, absurdo o incluso dañino. Lo importante parece ser no quedar afuera, no exponerse, no cargar con el costo de pensar distinto.
Ese impulso a alinearse es tan fuerte que muchas veces traicionamos lo que creemos con tal de no quedar en minoría. Preferimos callar antes que enfrentar la incomodidad de remar contra la corriente. Y así, lo que termina gobernando no es la verdad, ni la razón, ni la evidencia, sino el peso del número.
Esa inclinación natural tiene un agravante: la manipulación de las masas. Los poderosos lo saben. Por eso construyen relatos diseñados para emocionar, no para informar. Lo importante no es lo que es, sino lo que logran que parezca. Y cuando esa narrativa consigue el consenso de una mayoría, ya no hace falta imponer nada por la fuerza: es la propia gente la que se disciplina, la que repite, la que censura al que disiente.
En la política lo vemos todos los días. Multitudes que aplauden a líderes que los empobrecen. Ciudadanos que sostienen un relato que ya ni ellos mismos creen, pero que repiten como un rezo para no quedar aislados. Votantes que se dejan llevar por slogans que jamás resisten una mirada crítica, e incluso sectores que legitiman discursos cargados de antisemitismo como si fueran simples opiniones políticas.
La sumisión a la mayoría explica también el avance de ideas totalitarias. Basta con que una masa se convenza de que algo es “lo correcto” para que quienes dudan se plieguen, por miedo a ser señalados. Y así, de a poco, se consagra la mentira como verdad, la injusticia como justicia, la barbarie como progreso.
El desafío, entonces, es animarse a pensar por cuenta propia, aunque duela, aunque incomode, aunque nos deje solos. Porque la historia demuestra una y otra vez que las mayorías se equivocan, y que detrás de cada error colectivo hubo siempre alguien dispuesto a manipularlas.

Es ignorancia también !!! Y es muy peligroso, está de moda pegarle a un judío.
Y hay muchísima gente que está muy asustada.