La llamada “flotilla humanitaria” a Gaza no es otra cosa que un reality político montado para las cámaras. Cada tanto, como si de una serie de temporada se tratara, reaparece el mismo guion: barcos con activistas, pancartas de paz y discursos sobre los “derechos humanos”. Pero detrás de la fachada solidaria, lo que hay es propaganda, desinformación y un intento calculado de poner a Israel en el banquillo mediático.
No llevan toneladas de comida ni medicamentos que puedan cambiar en lo más mínimo la situación humanitaria en Gaza. Lo que transportan es relato. Relato cuidadosamente diseñado para generar imágenes de confrontación y titulares internacionales. El objetivo nunca fue ayudar: es provocar.
Se trata de un montaje de manual. Ninguna de estas flotillas se dirige, por ejemplo, hacia Egipto, que mantiene su propio bloqueo sobre Gaza, ni hacia Siria, ni hacia Yemen. Eligen Israel, porque saben que allí está la cámara, el impacto mediático y el rédito político. La flotilla no navega hacia un puerto: navega hacia los titulares.
Lo insólito es que ni siquiera pueden enfrentar las inclemencias del clima. Itinerarios alterados, regresos anticipados. Si ni resisten a un viento fuerte, ¿qué tan seria puede ser su supuesta causa? Parece que no les importa demasiado el objetivo humanitario, sino la foto, el show, la puesta en escena.
Es el mismo libreto que se repite hace años: acusaciones de genocidio, violaciones del derecho internacional, lágrimas ensayadas para los noticieros. Y mientras tanto, silencio absoluto sobre cómo Hamás, con miles de millones de dólares en ayuda internacional, convirtió a Gaza en una base terrorista subterránea en lugar de un territorio próspero para su gente.
El drama es que parte de la prensa internacional compra el show sin hacer preguntas básicas: ¿qué llevan realmente esos barcos? ¿quién financia la operación? ¿qué gobiernos y ONGs están detrás? ¿y por qué nunca se organizan flotillas contra los regímenes que de verdad matan a su población?
El guion es burdo, pero funciona. La imagen de un barco detenido por la Marina israelí se repite hasta el cansancio y refuerza la narrativa deseada. Mientras tanto, los gazatíes siguen siendo rehenes de Hamás, que se alimenta de estas puestas en escena para victimizarse y justificar su terrorismo.
La “flotilla humanitaria” no es humanitaria. Es un arma política envuelta en banderas de paz. Una mentira flotante que navega en aguas internacionales, pero sobre todo en el océano del relato. No se trata de activistas equivocados, son farsantes profesionales.

Excelente editorial Daniel. Es exactamente lo que pensamos. Espero que algún dia los llamados defensores realmente se den cuenta de semejante locura. Saludos
Muy buena!
Excelente!!!
Excelente descripción de lo que son y hacen. Ojalá algun dia el mundo se de cuenta de lo equivocado que está!
Mejor explicado imposible! Que chasco resultó ser Greta…