LOS HOSPITALES DEL AMBA: GESTION VS INDIGESTION

Hay dos formas de entender la política sanitaria: como un instrumento para mejorar la vida de las personas o como una escenografía para sostener un relato. En Buenos Aires, esa diferencia se ve a la legua. Mientras Jorge Macri y Soledad Martínez muestran hospitales que funcionan, Axel Kicillof muestra hospitales que se derrumban.

En la Ciudad y en Vicente López, la salud no es una promesa electoral, es una política pública concreta. Guardias funcionando, quirófanos operativos, turnos digitales, médicos pagos, tecnología visible. No se habla de hospitales: se los ve en acción.

Del otro lado, el kirchnerismo sigue atrapado en la lógica del acto inaugural. Carteles con nombres rimbombantes, cintas cortadas una, dos, tres veces. Hospitales que “abren” pero no atienden. Fachadas relucientes sin personal adentro. Equipamiento que llega para la foto y se guarda después. En la provincia de Buenos Aires, la salud se volvió una ficción financiada con impuestos reales. La realidad, los hospitales de Kicillof se derrumban en un estado de abandono absoluto.

Kicillof y su gabinete hablan de “derechos”, pero se les olvidó que los derechos no se declaman, se garantizan. Y eso implica gestión, no mística. Mientras los bonaerenses esperan semanas por un turno o hacen colas desde la madrugada para una consulta, el gobernador lanza discursos desde hospitales que funcionan solo en PowerPoint.

La comparación es cruel porque es real. No es una cuestión de recursos: es una cuestión de prioridades. En Vicente López, Soledad Martínez continúa una política de salud pública que entiende que un hospital no es un monumento, es una red viva que respira, que salva, que cuida. Y en la Ciudad, Jorge Macri sostiene el sistema con inversión, planificación y transparencia.

En Provincia, en cambio, la salud fue secuestrada por la estética del relato. Hay hospitales que parecen fantasmas: inaugurados mil veces, utilizados cero. Y así, uno tras otro.

El contraste no es solo político: es ético. Porque detrás de cada quirófano cerrado hay una vida que no se pudo atender. Detrás de cada promesa incumplida hay un vecino que sufre. La salud pública no puede ser un decorado para spots de campaña. Tiene que ser una garantía. Y hoy, lamentablemente, no lo es para millones de bonaerenses.

Mientras algunos gestionan y otros relatan, la verdad está a la vista. Y no hace falta bisturí para verla.

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