Qué rápido se pasó la falsa hambruna en Gaza

Qué rápido se desvaneció la inexistente “hambruna en Gaza”. Poco tiempo atrás las portadas del mundo, las declaraciones de la ONU y los editoriales de medio planeta se llenaban de titulares apocalípticos: “Niños muriendo de hambre”, “Israel bloquea alimentos”, “Crisis humanitaria sin precedentes”. Era la gran causa del progresismo internacional. Artistas, ONGs y políticos se sumaban al coro: Gaza se moría de hambre, y los culpables eran los israelíes.

Hoy, unos meses después, no solo quedó demostrado que era falso sino que nadie habla de eso. Los camiones de ayuda entran, los mercados funcionan, los gazatíes publican en redes sociales videos con montañas de alimentos, y hasta las propias agencias humanitarias admiten que nunca existió una hambruna como la que describían. La “crisis del hambre” fue otro capítulo de una narrativa prefabricada para demonizar a Israel, amplificada por los medios que jamás rectifican cuando los hechos los desmienten.

Algunos casos, sin embargo, ya no pudieron taparse. Esta semana, directivos de la BBCdebieronrenunciar, entre otras cosas, tras comprobarse que manipularon información sobre la situación en Gaza. Durante meses, la cadena británica, como tantos otros medios, fue un altavoz de los reportes fabricados por Hamás y de las cifras infladas que jamás fueron verificadas. El daño estaba hecho: millones de personas en todo el mundo consumieron esas mentiras como verdad.

Y ahí está el punto más grave. Porque aunque hoy se sepa que no hubo hambruna, que no hubo “genocidio”, y que gran parte de la narrativa fue una operación comunicacional, el daño ya está hecho. Los titulares no se desleen, los videos virales no se corrigen, y la imagen de Israel ya fue marcada por la propaganda. Los hechos pueden revertirse; las percepciones, no tanto.

El silencio actual no es casualidad: los mismos que gritaban “hambre” y “crímenes de guerra” desaparecen cuando se demuestra que mintieron. La indignación selectiva se apaga en cuanto el relato deja de servir políticamente. Y lo más grave es que esa maquinaria mediática no sólo engañó al público, sino que alimentó el odio y buscó legitimar el antisemitismo bajo la máscara de la compasión humanitaria.

Ninguno de los que mostraban “bebés famélicos” desde sus cuentas de TikTok dirá ahora que todo fue un montaje, que las cifras eran infladas, que Hamás se quedaba con la ayuda o que muchas imágenes provenían de conflictos viejos. No lo harán, porque aceptar que mintieron implicaría reconocer su complicidad con una organización terrorista.

La “hambruna en Gaza” fue, como tantas otras campañas emocionales de los últimos tiempos, una operación política. Y el periodismo que se prestó a difundirla sin verificar nada, ya no puede fingir inocencia.

Qué rápido se pasó la falsa hambruna. Lo que no pasa tan rápido es el daño que deja: la desinformación, la pérdida de credibilidad y la banalización del sufrimiento real. Mientras el mundo se distrae con relatos falsos, los verdaderos hambrientos, los que nadie filma ni defiende, siguen muriendo en África, en Sudán, en Nigeria o en el Congo. Pero esos no sirven para la foto.

La “hambruna en Gaza” nunca existió. Lo que sí existió y persiste es el hambre de manipular conciencias. Y ese, parece, no tiene cura.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio